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Casa Curutchet

Inserta en el universo creativo de Le Corbusier, la casa Curutchet es un ejercicio arquitectónico singular que, a través de una locución consciente, expone con precisión el objetivo primario de la arquitectura. En esta casa, Le Corbusier formula una de las narraciones más sensibles y atrayentes de la arquitectura del siglo XX.

WORDS: Marcelo Gardinetti
PHOTOS: Scott Norsworthy

La casa Curutchet, construida en la ciudad de La Plata a mediados del siglo pasado, materializa fielmente una nueva concepción arquitectónica del espacio moderno. Declarada recientemente Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, es la única obra en América Latina de Le Corbusier, el arquitecto más controvertido e influyente del siglo pasado. La historia comenzó en 1948, cuando el Dr. Pedro Curutchet decidió regresar a su ciudad natal. 

Reconocido médico platense, su ascendencia vasco francesa lo llevó a estrechar vínculos con la comunidad residente en Argentina durante la segunda guerra mundial. En ese ambiente tuvo conocimiento de la trascendente obra de Le Corbusier y decidió escribirle para proponerle que proyectara su vivienda y consultorio. Le Corbusier aceptó la propuesta y junto a un grupo de colaboradores empezó a delinear el proyecto.

Un árbol se integra en el interior como un elemento más en el diseño. 

Curutchet eligió a Amancio Williams  figura prominente de la arquitectura argentina para dirigir la construcción de la vivienda. La aportación de Williams fue fundamental, no sólo en la fiel interpretación que ejecuta sobre el proyecto, sino además por su contribución en la redefinición del hall y la escalera de la vivienda.

El proyecto fue remitido por Le Corbusier en 1949 junto a una extensa memoria descriptiva donde relataba cada una de las partes del proyecto. La respuesta elogiosa de Curutchet no se hizo esperar y en una misiva declaro su conformidad con el diseño: “…sé que esta obra quedará como una lección de arte contemporáneo, del arte suyo, de vanguardia, del original espíritu creador. Mi deber será que todos aprovechen esa lección, en beneficio de su propia cultura y en reconocimiento al gran maestro” 

La construcción es un compendio de articulaciones espaciales y vínculos funcionales. Se constituye mediando una composición de planos estratificados, tanto en horizontal como en vertical, que puestos en interacción alcanzan carácter tridimensional. La planta esta surcada por una cuadrícula cartesiana que establece los puntos donde distribuir las columnas en la totalidad de la superficie. El plan adquiere así una similitud con las traza cuadricular que aplicaban en el lienzo los artistas del cubismo analítico y prepara los planos horizontales para recibir líneas rectas o líneas orgánicas indistintamente. 

“En Casa Curutchet los volúmenes quedan definidos por formas puras y abstractas”

Con tres de sus caras laterales comprimidas entre muros medianeros, el carácter de la fachada resulta fundamental para expresar la idea de arquitectura gestada en el interior de la obra. Le Corbusier resume el proceso compositivo de la vista frontal aplicando el enfoque pictórico purista.

De este modo, en la Casa Curutchet, la ocupación o vaciamiento de las superficies sucede, más allá de resolver cuestiones funcionales, para establecer una idea de profundidad. Cada elemento de su arquitectura tiene una correspondencia con otro que lo complementa y lo revaloriza, un acuerdo entre una acción racional y un suceso sensitivo. Los adiestramientos formales introducidos narran estas relaciones, en forma explícita o subyacente, estableciendo una tensión entre lo invariable y lo subjetivo que inquiere la comunión del hombre con la arquitectura.  Los volúmenes quedan definidos por formas puras y abstractas que se ordenan mediante una trabajada disposición que define la separación de áreas públicas y privadas. Sólo se establecen puntos de contacto a través de la rampa o cuando el techo del consultorio se transforma en el piso de expansión de la vivienda.

Las amplias ventanas permiten una iluminación continua y uniforme.

Los planos verticales establecen por su propia naturaleza la imagen primaria del espacio, en un proceso que sigue los procedimientos de aplanamiento de la pintura moderna. Este ejercicio permite graduar la intensidad lumínica sobre los lados verticales,  lo que libera o impide el paso de la luz solar apoyando la idea de profundidad pictórica. En tal sentido, la sombra que proyecta el plano horizontal del baldaquino o el hueco producido en la parte delantera de la fachada de la vivienda pueden considerarse operaciones análogas a los ejercicios de compresión del espacio más puristas. 

La fascinación de Le Corbusier por el continuo espacio-tiempo debe considerarse un factor de influencia necesaria, teniendo en cuenta que el tiempo arquitectónico concierne al movimiento y a la visión cinematográfica que ofrece el recorrido mientras revela gradualmente la arquitectura. El paseo se produce dentro de una escenografía rasgada de luces y sombras cambiantes de acuerdo al momento del día y a las modificaciones de follaje que sufre el árbol que crece en su interior durante las distintas estaciones del año.

“La terraza da acceso al lugar de cobijo que convive con el espacio público”

El encuentro entre la casa y la ciudad se maximiza en la terraza, pero el nudo de sujeción se formula en el pórtico de acceso. Colocado en una posición expectante, su figura escindida del volumen y sus bordes sesgados establecen un código semiótico que evoca la entrada a la caverna primitiva, el acceso al lugar de cobijo que convive con el espacio público. 

El interior de la vivienda es invadida por la luz solar. El ascenso desde la escalera interior conduce a la sala, donde la luz y la perspectiva visual sobresaltan por sus matices. Por encima, los dormitorios principales son iluminados por la caridad que ingresa a través del aventanamiento corrido. La habitación secundaria también absorbe el amplio marco visual, pero a su vez se vincula con la sala donde el espacio en doble altura se transforma en un articulador arquitectónico entre los dos niveles. Su carácter voluble no sólo favorece el flujo de movimiento, ya que además, también hace afables estos volúmenes que por su funcionalidad no admiten ninguna articulación espacial directa.  

La rampa es el eje de la composición. Articula las dos funciones principales; la vivienda y el consultorio, y es el conector entre estas y la calle. A diferencia de la escalera, la rampa otorga una variación dinámica del ángulo de visión, que rompe la imagen de la perspectiva tradicional y la remplaza por una composición de planos superpuestos. Generando una situación urbana atípica, produce alteraciones en la profundidad, la distancia y la altura de forma constante.

Traspuesto el umbral, el árbol construye su figura irregular, rugosa y de tonos saturados. Ubicado entre la geometría exacta y textura uniforme de los pilotis de soporte, valida una estratagema de concertación entre la operación sensitiva resuelta por la naturaleza y el ejercicio racional aplicado por el hombre. En ese espacio, Le Corbusier propone un plano curvo en el cerramiento de la cochera y emplea convenciones plásticas en los volúmenes de servicio. Las superficies dóciles le permiten acometer la rigidez de la trama estructural para validarla en la mixtura entre ambos elementos.

En el final del recorrido, la terraza establece su recompensa al ofrecer una visión privilegiada de la vegetación y árboles que rodean la vivienda, una superioridad visual alcanzada al encontrarse en la última planta de la edificación. Un escenario sensorial que enmarca la imagen del bosque en la trama regular del brise soleil. 

CASA CURUTCHET

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