La casa-estudio de Clara Cebrián en Madrid, amiga de la arquitecta Pia Mendaro, es la casa de una artista que no le gustan las cosas muy diseñadas. Quería algo ‘como la casa de Ron Weasley’, algo que pueda adaptarse a las necesidades que vayan apareciendo con el tiempo. El proyecto, por tanto, debía ofrecer una base sobre la que ir apañando la vida y que fuese ‘casi nada’. Se trabajó sobre una nave de unos 10x10m con dos cerchas y un tejado a dos aguas, una fachada con dos ventanas y una puerta. Para que ‘casi nada’ funcionase para ‘casi todo’ parecía que nada podía estar muy atado.
El espacio se debía de entender como lo que era -un cuadrado-, que había que utilizar una cocina que Clara había comprado por wallapop de liquidación, y que las bajantes estaban donde estaban y eran inamovibles. Se decidió hacer un ‘burladero’; un frente donde poner la cocina (todos quieren estar siempre en la cocina), que se convertiría en protagonista útil del espacio y tras el que se escondería el baño y el desorden de los armarios e instalaciones. El burladero, que pasa bajo las correas de las cerchas, permite que se entienda la nave tal y como es, y evita que haya puertas que abran directamente sobre el espacio (especialmente el baño).
En el proceso de ubicar dónde podía dormir Clara, se decidió despegarse del suelo y aportar un horizonte a la nave, una conexión con el exterior necesaria casi para la salud mental. Terminó siendo el hito del proyecto: una plataforma muy ligera, semi-colgante, que a su vez sostiene una pequeña elevación de la cubierta y permite salir a limpiar los cristales. Acepta que suba un máximo de 5 personas, por lo que realizaron una escalera con ruedas que se pudiese esconder: skinny habits.
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